27 de octubre de 2016

Mentiras


Dejarlo. Era todo lo que quería. Dejarlo. Pero le habían enseñado que tenía que ser fuerte. Le habían enseñado que no podía llorar. Le habían enseñado a ser valiente, y le habían enseñado que eso implicaba no llorar. Le habían enseñado que uno era débil por eso.
Le habían enseñado muchas mentiras.
No dejó que le ataran esta vez. Lo habían hecho una, cien, mil veces. Pero aquella no fue una más. Simple y llanamente, las cuerdas dejaron de atarle. Ya no había nada que le sostuviera. Ya no había reproches, ni críticas, ni viejas enseñanzas repitiéndose en su oído. Solo había silencio. Su silencio.
Y era atronador.
Se dejó caer. Sobre su hombro. Nunca había caído en un sitio más cálido. Las cuerdas que le retenían cayeron al suelo rompiendo el viejo silencio. Detrás de ellas, fueron las lágrimas.
Lloró. Lloró como nunca había llorado.
Y nunca había sido tan feliz.

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