Dime que sigues siendo el mismo. Dime que aún te gusta jugar a descolgarte por mi ventana, incluso cuando no hay nada de lo que correr. Dime que te gusta subirte a los árboles para comprobar si hay algún nido, o para jugar con los pájaros que aprenden a volar, siguiéndolos a saltos de rama en rama. Dime que te gusta correr hasta quedarte sin fuerzas y recuperarlas después tirado en el suelo, porque sí, porque te apetece. Dime que te gusta bajar las escaleras a saltos, porque qué iba a ser de ti sin esa parte aventurera. Dime que te gusta pasarte la noche escribiendo, hacer las historias más largas para después enmarcarlas en una pequeña parte de tu corazón, porque que más da si no las ve nadie excepto tú. Dime que te gusta pasar tus dedos por mi cuello, porque eres el único que sabe sacarme las cosquillas y te encanta verme reír. Dime que te gusta dibujar en la arena, porque lo más bello es siempre efímero, porque tú nunca dejarías a un pájaro atado, o un león enjaulado, porque buscabas que el viento siempre se los llevase. Y dime que te gusta correr con ese viento, porque tú siempre has sido tan libre como ellos.
Dime que nunca has tenido miedo de besarme, porque qué importaba que yo fuese fuego. Qué importaba, hasta que te consumiste.
Por favor… Sal de esta tumba, y dímelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario