Te voy a escribir la canción más bonita del mundo. Y voy a
llorar por ti esta noche, porque hace mucho que te perdiste. Dentro, muy
dentro. Y ahí es donde más solemos perdernos, y donde más cuesta encontrarse.
Ah, bailarina. Déjame escribirte una canción bonita y pídeme
que te la cante mientras tú bailas. Y es que tú, siempre tú, mi bailarina de
plata. Y perdiste tus zapatos de cristal y te hundiste, porque decías que ya no
brillabas. Brillabas, pero no lo sabías.
Ahora ya no brillas. Y es que te has perdido, y toda la luz
que eras ahora está dentro, muy dentro. Ahí donde estás tú, para que no te
pierdas. Por favor, no te pierdas. Porque no podría soportar perderte.
Búscala, bailarina de plata. Busca tu luz, esa que dejaste
tan dentro, y no te atrevas a volver sin ella. Porque esperaré. Esperaré con tu
zapatito de cristal, cuidándolo como no puedo cuidarte a ti. Esperaré a que
regreses con tu luz. Porque si vuelves sin ella, no te lo perdonaré nunca.
Porque entonces no será mi bailarina la que vuelva. Volverá la cáscara vacía de
una canción que está cansada de ser tocada. Y yo necesito a mi bailarina, para
que baile la canción compuesta que soy yo.
Vuelve, bailarina. Vuelve, y báilame.
No hay comentarios:
Publicar un comentario