30 de abril de 2017

Fugaz.

Las estrellas brillaban de manera especial aquella noche. Quizá porque eran testigos silenciosos de la magia que se respiraba. Allá arriba, en lo alto de la colina, una muchacha de largos cabellos violeta tarareaba una melodía más antigua que el propio tiempo.
"¿Estás lista?"
La muchacha asintió ante aquella voz vacía. Nadie había pronunciado palabras, pero ella había comprendido el mensaje. Extendió una mano hacia el cielo, como si pudiera tocarlo con ese gesto. De nuevo volvió a escucharse esa melodía, como si el cielo se la cantara. Ella cerró los ojos y sonrió, poniéndose de puntillas y estirando el brazo aún más. El viento pareció impulsarlo y, por un instante, sus pies no tocaron el suelo. Y durante ese preciso instante, movió un dedo, de manera apenas perceptible, pero suficiente para que todo el universo titilara un momento.
Las estrellas parpadearon. En ese sutil gesto, el mundo entero la obedeció. Quizá si hubiera sido consciente de todo el poder que albergaba en sus manos, la historia habría sido diferente. Pero sólo cerró los ojos, y para ella aquel momento no fue más que una nota más en la canción que tan bien conocía.
Sus pies volvieron al suelo. Dejó caer las manos y todo volvió a moverse. Abrió los ojos, que refulgieron como dos estrellas. Y de pronto, toda ella era luz.
"Ya está, mi pequeña. Ahora eres una más".
La niña sonrió. Su sonrisa también brillaba. Dio media vuelta y echó a correr, dejando una estela dorada tras ella. Sus piernas quemaban, sus dedos se deshacían, toda ella era fuego. Pero era feliz. Porque ahora tenía un nombre. Y lo repitió mientras se consumía.

F u g a z. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario